dijous, 1 d’abril del 2010

Lewis Carroll y sus intérpretes



En estos días de vacaciones escolares y de tranquilidad, he sentido la tentación de reproducir algunos fragmentos del artículo de Ángel Quintana (Alicia en las madrigueras del ciberespacio, Cahiers de Cinema, abril 2010), que son una reflexión muy útil para quienes tenemos el delicado deber de educar a jóvenes que se encuentran en el umbral de la adolescencia o que lo han cruzado ya, pero que se resisten a crecer, a hacerse adultos y a asumir las responsabilidades que se derivan de su nueva situación. También haré alusión a aquellos otros que siembran la duda respecto al citado autor y que, fijados en el lugar de tránsito de la inconsciencia a la consciencia, nos producen cierta inquietud, no confesada, acerca del escritor, su obra y la niña Alice Liddell.

Ángel Quintana dice: Todo empezó el 4 de julio de 1862, cuando el reverendo Charles Dodgson (Lewis Carroll), se embarcó de escursión por un afluente del Támesis. Viajaban con él las tres hermanas Liddell: Edith de ocho años, Alice de diez y Lorina de trece. Una tormenta les obligó a buscar refugio y el reverendo improvisó un cuento dedicado a Alice, que estaba a punto de entrar en la terrible edad en que las niñas dejan de ser niñas. En el cuento Alicia en el país de las Maravillas, la madriguera por la que nos guía un conejo blanco conduce hacia el dilema de preguntarnos si debemos crecer o no crecer. Alicia se siente perdida. Cuando crece se asfixia en las paredes estrechas del mundo de los mayores. Cuando empequeñece, cae en el mar de sus propias lágrimas, que alimenta el deseo de volver al útero materno. Lewis Carroll estableció una serie de pistas para descifrar los enigmas de una edad adulta que atrae y repele a los adolescentes. Su novela estuvo perfectamente integrada dentro de los mitos de una modernidad gestada en el siglo XIX, en la que una serie de relatos acabaron reconociendo que los auténticos paraísos perdidos se encuentran en la infancia, que los grandes enigmas están en nuestro interior y que toda solución pasa por el reconocimiento del propio yo".


Hay dos elementos que han hecho que este mito se haya convertido en un referente de los relatos de ficción de la postmodernidad: el primero es la idea del espacio, el segundo la del tiempo. Si Lewis Carroll situó su cuento en la sociedad inglesa, sus convenciones y las conductas crueles de entonces, hoy los storytellers las proyectan hacia los universos virtuales que actúan como lugares antagónicos de los universos reales, (obsesión de los colaboradores de la publicación de contraponer ambos mundos ). El universo de Second Life, surgido a principios del tercer milenio es el paradigma del nuevo país de las maravillas. Nuestros avatares pueden reproducir los gestos del mundo real e incluso poseer islas particulares donde llevar a cabo nuevos discursos creativos".



Forzando el argumento para llevar el agua a su molino, al hablar del tiempo, mientras que la exclamación del conejo en el texto de Carroll: "¡Es tarde!", nos recuerda que una de las enfermedades de la sociedad moderna es la prisa, en el ciberespacio se da la paradoja de que vivimos conectados a un no lugar y a un no tiempo, en el que todo se ha parado a la hora del té (Sombrerero Loco); nuestros intercambios los realizamos en ese no tiempo y no paramos de atravesar el espejo (tema de la segunda Alicia escrita por Carroll) " para encontrarnos en otras coordenadas, cuya lógica cibernética también desafía nuestra racionalidad". La tecnología crea mundos virtuales sin recurrir a la magia.

Pero, además," el mito de Alicia tiene una dimensión de incorrección política que puede abrirnos el camino hacia lecturas diferentes. Wim Wenders apuntó ya en Alicia en las ciudades (1974) que lo esencial del mito surge de la fascinación que siente un adulto hacia un púber. Wenders pensó que el País de las Maravillas se hallaba al otro lado del Atlántico. A su vez, el lado impúdico de los sentimientos de Lewis Carroll hacia Alicia fue desarrollado como lúcida provocación por Joaquím Jordá, que en De nens (2002) contrastaba el jucio sobre un pederasta con los fragmentos escenificados de la obra de Carroll ".










Roberto Cueto, en Alicia domesticada, (Cahiers de Cinema de abril de 2010) acusa a Linda Wolverton, guionista de La bella y la Bestia (1991) y El Rey León de "constreñir el talento de Burton con una trama cuya última intención es la de esclavizar también a Carroll con los grilletes del didactismo, la motivación de personajes, los objetivos a cumplir y la corrección política". Pero, yo creo que se pasa un poco cuando afirma que "tiene la misión providencial de transmitir el cuento clásico para que el producto resultante sea un blockbuster de acción con algo de manual de autoayuda para ejecutivos emprendedores", Creo que es demasiado.

Ahora, oigamos al autor: "Ninguna de las versiones que había de Alicia...me había convencido del todo. Lo que pretendía con esta nueva película era dar un punto de vista diferente de la obra, mucho más libre. Quería que no fuera simplemente una película para niños, sino que ahondara más en los personajes y, sobre todo, recuperar la capacidad para sorprender de esta historia original". Y, respecto a Linda Woolverton, cuenta que " Me entregaron el guión de Linda Woolverton y me dijeron : "Haz la en 3-D". Yo estuve de acuerdo, me parecía el medio perfecto para viajar al País de las Maravillas. Nunca he tenido problemas en experimentar..."






Propuestas didácticas:

El filme abre muchas perspectivas didácticas y puede ser analizado desde cualquier óptica. Sería recomendable acudir a la proyección, ya que nuestros jóvenes se encuentran en esa edad crítica en la que no saben si quieren crecer o no. Muchos adultos tienen el mismo dilema.

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